Los hutíes, un peligro geopolítico con impacto global
Características de un grupo que amenaza el comercio y las telecomunicaciones, con consecuencias inciertas
Hace unos días, el capitán de una pequeña embarcación reportó una explosión a unas 100 millas náuticas del puerto de Adén, en Yemen. Dos horas después, los tripulantes del barco Sea Champion, que llevaba maíz proveniente de Argentina, vieron cómo un proyectil impactaba a apenas 10 metros del barco. Antes de eso, en la misma área, el buque de carga Rubymar, que lleva petróleo y 21 mil toneladas métricas de fertilizante, fue hundido luego de un ataque, generando una tragedia ambiental. Y la semana pasada, en un nuevo ataque con misiles al buque True Confidence, dos tripulantes resultaron muertos y varios heridos.
En total, desde noviembre de 2023, alrededor de 45 ataques a barcos comerciales tuvieron lugar en esa zona.
El Mar Rojo, el golfo de Adén y el estrecho que los separa, Bab el-Mandeb, conectan Europa con Medio Oriente y Asia y son una de las principales rutas comerciales del planeta desde hace siglos. Según el World Economic Forum, actualmente entre el 12% y el 15% del comercio mundial –y el 20% del shipping de containers global– pasa por esa zona.
¿Quién está detrás de estos ataques?
El movimiento Anṣār Allāh (“Defensores de Dios”), también conocido como Movimiento Yemení, es un grupo fundamentalista islámico, armado, compuesto por miembros de la comunidad Zaydī Shia, una facción minoritaria dentro de la rama shiíta del Islam. Los Zaydīs son una mayoría en el norte, pero una minoría en el país en general. El movimiento fue fundado por el activista Hussein Badr al-Din al-Houthi, por lo que normalmente se los denomina Houtis o hutíes, en castellano. Al-Houthi se había opuesto a la invasión de Irak en 2003, y comenzó a llevar el movimiento hacia la política. El líder fue arrestado y los hutíes se unieron a otros grupos que buscaban quitar del poder al entonces presidente, Abdullah Saleh.
A partir de la Revolución Yemení, entre 2012 y 2014 la ONU había impulsado un diálogo entre el gobierno y la oposición para redactar una nueva Constitución. Si bien los hutíes participaron de las negociaciones, no abandonaron la posición revolucionaria, y a fines de 2014 tomaron el control de la capital, Sana’a, reemplazando al gobierno reconocido por la comunidad internacional por un Comité Revolucionario, nombrado por ellos (Adén pasó a ser la capital de facto del gobierno internacionalmente reconocido). Desde entonces, el territorio de Yemen está dividido entre el gobierno internacionalmente reconocido y los hutíes, que controlan el aparato estatal: nombran funcionarios adictos y llevan adelante una total tarea de vigilancia y propaganda. Una verdadera autocracia, que no solo impide que hombres y mujeres socialicen libremente, sino que también persigue opositores y periodistas e incluye innumerables formas de violencia — en especial para las mujeres yemeníes. Desde el punto de visita militar, los hutíes son más fuertes que el pobre ejército regular yemení. Y ante su incapacidad política para gobernar y manejar la economía, se apoyan en ese costado.
Para evitar un ataque, los barcos deben bordear África o directamente suspender su trabajo hasta no tener garantías de seguridad, por lo que los bombardeos a buques comerciales pueden generar un aumento de la inflación en todo el mundo.
Pero hay una amenaza adicional: si bien los hutíes niegan planear cortar cables submarinos de datos, que conectan Europa con África, Asia y Medio Oriente, el gobierno reconocido por la comunidad internacional denunció que los hutíes cortaron cables el 24 de febrero, generando interrupciones en la conexión en África dos días después.
En un mundo hiper-conectado, un grupo de terroristas en el Mar Rojo puede agredir las comunicaciones de Europa con Asia y Medio Oriente, pero también puede amenazar las exportaciones y el comercio argentino. Los asuntos exteriores son claves para las democracias.